El gran golpe

El peor día encima de una bicicleta de carretera, con mi antigua Zeus de 10kg, fue en la primera y única vez que asistí a la Diada Montserratina. Tenía unos 17 años y era tan solo mi segundo año como ciclista de la SCUE Sants. Nos juntamos un grupo de 20 personas, no todos eran del club pero eso da igual. Iré al grano, imaginaros, íbamos en paral·lelo charlando con el compañero más cercano cuando... al salir de Olesa un coche se cruzó bruscamente en nuestra dirección, el grupo frenó en seco y yo que en aquél momento tenía la cabeza girada a la derecha escuchando lo que me decía el otro, no pude reaccionar y la rueda delantera hizo el afilador con la de un Galvesport que tenía en frente. Por supuesto, no soy supermán, salí despedido pero hacia la derecha, impacté de lleno en el guardaraíl y luego éste me hechó al asfalto, noté claramente como el casco fregaba contra el suelo, arrastrado, y luego el resto del cuerpo, sobretodo mi pierna derecha que se llevó la peor parte. Por suerte me levanté enseguida, mi bici estaba intacta, y los demás me contaron como fué la caída, yo solo recordaba el contacto del casco contra el asfalto, ellos me contaron el resto y reconocieron que fuí afortunado, porque todos sabemos como cortan esos putos guardaraíles, yo impacté contra la parte superior, no la inferior que es la causante de muchas amputaciones de piernas y brazos de motoristas y ciclistas accidentados.

Luego, me subí encima de la bici, y casi sin darme cuenta volví a ser sorprendido, no por una segunda caída, sino por mis propios "compañeros". Mientras comprobaba mi estado, todos se fueron como alma que lleva el diablo y nadie, ni uno tuvo el detalle de esperarme. Almenos esperaba un poco de compasión, y más con un menor no??? pues no, todos pa lante haber quien llegaba primero arriba. De las afueras de Olesa hasta el Monasterio rodé solo, lo peor fué que cuando empezé a subir, la pierna derecha empezó a sangrar y a dolerme bastante, paré hasta cuatro veces para aliviar tanto dolor. No me asusté porque la sangre que perdía era fruto de la enorme quemadura que afectaba la parte derecha exterior de la pierna derecha, puesto que caí de lado. Era más aparatoso que otra cosa, no había hemoragia ni mucho menos. Al llegar arriba, entre tanta gente encontré al grupo, y unos cuantos, ahora sí, me acompañaron a la infermería.

Al final, de vuelta, una vez terminado el descenso la costra ya cubría la totalidad de la herida yo no podía dar pedales, así que me subí al coche escoba del club y así terminó mi Diada particular.
No hace falta contar que en el colegio estuve semanas sin poder hacer Educación Física, no pedí ni justificante ni nada porque el motivo estaba a la vista de todos.

De ese día solo me llevo malos recuerdos, y es por eso que aún no he vuelto por Montserrat en esa fecha.

Foto: no soy yo, pero por las señales de la torta me siento identificado